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SALIR DEL ARMARIO

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Día Internacional de la Salud Mental

Cristina Fernández – Directora Técnica FPDM

Lina Salort – AFASMe – AFEM

Hace tiempo que las personas que padecen trastorno mental sienten hablar de la lucha contra el estigma. Ven caer los muros de los antiguos llamados manicomios y cómo los tratamientos se van humanizando con la ruptura de la dictadura biológica y médica, y la incorporación de perfiles profesionales del ámbito social, que defienden el modelo bio-psico-social.

Sin embargo, no se sabe si por los medios de comunicación, por la industria cinematográfica o por los servicios profesionales, las personas con un diagnóstico de salud mental grave siguen siendo estigmatizadas, y ellas y sus familias viven aisladas con un grado de sufrimiento humanamente insufrible y desesperado.

El estigma se alimenta de falsas creencias, de mitos que no corresponden a la realidad objetiva y que, desgraciadamente no son sometidas al pensamiento crítico ni contrastadas con datos empíricos, nada sorprendente teniendo en cuenta cómo se está cuestionando el conocimiento científico por parte de determinados sectores sociales.

Queremos, por tanto, alzar la voz, para poder dar cabida a la sociedad a un colectivo de personas que aumenta de manera significativa, según los informes de la OMS, y que llegará a afectar a 1 de cada cuatro personas en el mundo.

A las personas con enfermedad mental se les culpabiliza de su condición y ésta es una de las principales dificultades a la hora de luchar contra el estigma. Nadie elige tener un trastorno mental. Y los trastornos mentales se desarrollan habitualmente a partir de un conjunto de factores de tipo genético, sociales, experiencias vitales oa consecuencia de problemas orgánicos asociados, nunca por una única causa.

El silenciamiento del suicidio y su atribución a actitudes cobardes o a la voluntad de no afrontar los problemas cotidianos de la vida, es otra de las creencias que no ayudan a romper el estigma. Nadie quiere morir, está claramente documentado que las personas que se suicidan quieren dejar de sufrir, no dejar de vivir. Hablar del suicidio y dar visibilidad al problema, es básico para poder abordarlo de forma colectiva.

Y el gran daño, asociar el trastorno mental a comportamientos violentos o imprevisibles. Las personas con enfermedad mental no tienen mayor probabilidad de ser más violentas que el resto de la población general, sólo entre el 3% y un 5% de los actos violentos que se producen en el mundo pueden atribuirse a una enfermedad mental grave. El hecho de que un acto violento nos resulte difícil de comprender no justifica pensar que la persona que lo realiza "no está bien" o "debe tener un problema mental". La psicopatía no es psicopatología, la maldad no es enfermedad.

La sociedad necesita aprender a tratar a las personas con diagnóstico de trastorno mental, conocer cuáles son sus problemas y aumentar la empatía hacia ellas, aprender a comunicarse y entender su comportamiento por no hacer atribuciones inadecuadas, concienciar a empresas y administraciones de las dificultades de su incorporación en el mundo laboral y dotarse de herramientas para el manejo de las dificultades derivadas de sus necesidades.

La salud mental es un problema social de gran envergadura, que puede afectar a cualquier persona y familia.

Hablamos, que salgan del armario las personas con problemática de trastorno mental, que no se escondan más porque les corresponde un espacio digno al mundo, un espacio del que todo el mundo es responsable.

 

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